Lo oportuno de las palabras:

Que en mi País la gente sea feliz aunque no tenga permiso.

15/4/12

Va pasando

De camino a casa, venía pensando. Quisiera saber si fue una parada perdida la que me iluminó o me inspiró a escribir estas líneas, pero lo cierto es que vengo con una sensación algo molesta en mi estómago que terminará por ser expulsada y como sublimemente, la pluma es la mejor escapadilla y puedo hacer catarsis, aquí voy con mi "intento" o desastre de monólogo.

Como diariamente nos pasamos la luz roja en cualquier semáforo de este país por miedo a que nos aborden y en un tiempo promedio de 60 segundos, la parada obligatoria se convierta en el momento más repudiable o, en la extinción del linaje (y suele pasar, por desgracia), nos pasamos cada momento en el camino. 
Sí, sólo piénsenlo.
Pasamos cada sonrisa, cada oportunidad, cada paisaje que contemplar, cada palabra que hacer nuestra, cada gesto capaz de vivir en nosotros, cada experiencia que observar y la lección que lleva consigo. 
Pasamos de largo en los caminos de la vida.
Qué es lo que nos ha hecho tan ciegos, tan insensibles?
El temor quizás? Da lugar a la apatía, a la indiferencia y a que el sentido de preocupación hacía al prójimo sea nulo.
El egoísmo quizás? La necesidad de sentir que sólo somos nosotros en nuestro universo y los únicos en cada estación.
La rudeza quizás? Lo que por estragos del destino nos ha puesto en un lugar distinto y los otros mortales no son de nuestra incumbencia.
Muchas causas, diversos efectos. Pero éste, éste en particular me desmorona. 
Nos vamos a extinguir! 
Qué nos pasó? 
Ya no confiamos en la gente.
 La inocencia es la palabra más ausente. 
Dónde está la palabra cortés llena de educación y gracia?
Dónde quedó la solidaridad?
Dónde está lo que por voluntad de Dios está escrito y nos dice que todos somos sus hijos?
Dónde quedó el principio de igualdad en el que todos somos iguales y ningún elemento define o auto determina lo somos para creernos con la osadía de excluir a los demás?
A veces siento que retrocedimos de siglo y volvimos a épocas primitivas. 
Hoy en día es más sencillo actuar en base a eso que se conocía como la "Ley del Talión" y pagar al otro con la misma cara de la moneda, sin detenernos a pensar si la venganza es la solución a tanta malicia, como si no fuese una cadena inexorable y degenerativa.
En éstos días es más fácil correr del que nos necesita e ir con rumbo desconocido, sólo por no albergar con nosotros lo que en teoría no nos corresponde, pero por un vínculo sentimental y más humano, sobre todo, deberíamos y desearíamos saber.
Me da vergüenza verlo y a veces sentirlo. Sin querer, somos también parte de eso y no puedo evitar sentirme fuera de foco.
Qué hacer para cambiarlo?
Qué hacer para cambiar? Es esa la verdadera pregunta.
Esto podría ser objeto de múltiples estudios. 
Lo que a veces desconocemos es que  el punto de partida está pura y simplemente en nosotros, en nuestra esencia. En reconocer la vulnerabilidad frente a determinadas circunstancias y acciones, poder estudiar su contexto y dejarnos guiar por nuestros instintos, esos que buscan alentarnos a dar la mano cuando lo sentimos sin la penosa necesidad de pensarlo o de verlo más de aquella vez en la que fue necesario para comprenderlo, sin creer que hay algo que escapa de nuestro sentido de percepción y que cuando nos descuidemos... ¡Touché! Dará su estocada final. 
Pero el bien y el mal forman parte del mundo antes de haber sido creado. No puedo cambiar la historia, probablemente no puedo cambiar lo que es el curso natural de cada una de las cosas y está predestinado.
No puedo entregarme a la suicida frustración de no poder cambiarlo, de no poder marcar la diferencia. 
El mundo va en detrimento. 
Me conformaría ahora con enfrentarlo y no dejarme atrapar por las garras de este mundo y de los que estamos que no perdonan.
 Sólo conformarme con pensar, que cada luz roja es una luz verde para ser más que humanos, para no resistirnos a creer y luchar por ser más sensibles a los estímulos del buen mundo y crecer como si cada uno de nosotros, tuviese un Peter Pan dentro y está en "El País de Nunca Jamás" donde somos más felices con fe, confianza y más que con polvo de hada, buscando conciliación en la alegría de los otros y no en la envidia.

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