Lo oportuno de las palabras:

Que en mi País la gente sea feliz aunque no tenga permiso.

12/7/12

Alguien llamado Pancho



Empezó con una tira de imágenes reflejadas en una gran pantalla gracias a un proyector de cine que trae a mi los recuerdos más sublimes.
Quizás no es preciso hacer énfasis en la inspiración si no en todas las palabras que revolotean a mi al rededor, pero supongo que busco tiempo para dar en el blanco.
Es difícil saber por dónde empezar a contar esta historia.
Pero no podría decir que no tengo palabras para semejante alma.
Creo que mientras tanto, empezaremos hablando de un gran hombre.
Uno admirable, con sin igual espíritu aventurero, leal a lo que sueña y persigue, testarudo como sólo él podría serlo y así como repleto de grandes virtudes, de muchos defectos.
Relatar su vida sería como un cuento interminable de aventuras de Tom Sawyer.
Pues, nunca  he conocido alguien que por un hecho tan fortuíto hiciera de años de su vida una mochila de aventuras y proezas.
De relatarles cada mínima anécdota quedarían seguramente enamorados. Así quedé yo con la primera historia que escuché.
Algún día dije (y sigo insistiendo) en la idea de que merecen ser preservadas las memorias que hacen tan excelsa y peculiar su existencia, escribiendo un libro.

Sé que le parecería tonto si se lo propongo y probablemente la respuesta sea: "No soy un protagonista de novelas".
Pues su modestia es admirable y.. Esa acidez también.
Es todo un personaje.
Quizás esa acidez es la que da la firmeza de responder a los desalmados.
Quizás su terquedad le hace aspirar más de lo que debe y más de lo que el resto dice que puede hacer.
Quizás a lo que algunos le parece "pragmático" es el sinónimo de lo jovial luego de un camino lleno de  tantas dificultades al ser víctima de la rudeza de la vida.
Quizás lo cruel no es más que el empujón que le dió a los suyos para no caer al primer estruendo de la vida.
Lo cierto es que, sin haber estado en el espacio y el tiempo ideal para que su gran mente pusiese sus sueños a andar y ser más, no lo necesitó.
Sus estímulos fueron más allá de lo que podía y entre rejas o trabajando para los otros, aprendió la dura tarea que a unos les toca, mientras otros disfrutan de un salto que los catapulta a la grandeza.
En cada vaivén de un barco aprendió la fortuna de saber varias lenguas y que nada es tan poderoso como la voz.
Entre las olas del mar, la incertidumbre de no saber si hoy podría tener las fuerzas para resistir  y ver cual era el paraje de aquel apoteósico barco que más que lamentos, cargaba miles de sueños.
Muchas fueron las paradas, muchos fueron los acentos, mucho arte el vivido y sin ser letrado, lo aprendido.
El difiere de eso de que lo más grande se aprende en el colegio, dice que lo que se aprende y que vale realmente la pena, se aprende viviendo en las calles de la vida así sea en las ruinas.
No era un bohemio, no era un mochilero. 
Sólo dejó que el mundo lo sorprendiera y como el viento, ir en todas direcciones, tanto que lo que parecía una pelota fue una granada que a los 11 años le dejó la desventura de tres dedos en su mano derecha. Los que no necesitó para contar los grandes logros que construiría en el tiempo y lo que hoy, aún se mantiene en pié.
Nunca ha faltado el día en el que desee sentarme a su diestra y escuchar historias hasta que el manto de la noche caiga.
Sólo curiosamente me pregunto porqué ahora el deseo de estar más cerca cuando la ironía y el propósito de lo que sueño me arrastra a lo que para él hubiese sido un puerto distinto para que el barco atracara.
La imperiosa necesidad de saber y conocer más, de continuar sintiéndome orgullosa y de no regalarle segundos a la vida... De una que ya se hace corta y espera en esa "fila" (como diría él) y no hace más que hacer la cola, ja!

Quiero no imaginar el día, quiero no pensarlo ni siquiera sentir que la espera haya terminado.
En éstos días así como aprendo lo elemental que es hacer cumplir la Ley, muchos desconocen que odio la más efectiva e imperdonable de todas: La de la Vida.
Sólo sé que bastará en aquel momento, la ternura de la inocencia en tanta experiencia, lo gracioso de su atraso en tiempos modernos, la aventura a través de sus ojos, los acentos aprendidos, la lección más memorable entre recuerdos de largos caminos, los inventos más ingeniosos hechos en acero y metal, las cosechas más bonitas de mi infancia, los espacios aún olorosos a tierra húmeda por la lluvia donde conservo cada risa, cada huella al correr de los animales que podían atajarme en cualquier esquina, las calles de un Madrid que se ríen con nosotros y los recuerdos de una foto que será indeleble en mis pensamientos; los largos pasillos de unas viejas paredes que conservan las memorias de mucho más que el tiempo, las máquinas que más que echaron a otros andar, rectificaron grandes sueños; los saludos interminables de cientos de personas, el olor a grasa y aceite que dentro de mi se esparce como la esencia más pura y alucinante, las tazas de café en cada tarde que reúnen el momento más ameno y cada una de estas palabras donde estas tú, seguramente no dejando de pintar lo irreverente, ni de leer las páginas de la sabiduría como sólo tú sabes hacerlo, querido Abuelo.


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