Mi nombre es Lucy, no quiero contar mis memorias y no quiero
burlarme del tiempo perdiéndolo en recuerdos desgastados.
Intento no pensarlo, pero es inevitable.
Así que aquí va...
Esto no es un lamento, es la queja continua de no haber sido sabía
cuando debía.
Mi mente sigue manipulando lo que pienso, viene a mi el
pensamiento incesante de: "Si tal vez lo hubiese podido ver antes, no
habría estado allí tanto tiempo, habría podido evitar cada mentira disfrazada
con media verdad".
Suena como una queja, pero no lo es. Suena como arrepentimiento,
pero no lo es.
Es la gracia de la cómica anécdota de haber sido tonta.
¿Consuelo? No importa y no importó.
Sólo necesito respuestas.
Como era de esperarse, no pude verlo en una "bola de
cristal". Fue tan impredecible que ni con el minúsculo nivel de malicia
que tengo, lo pude ver. Después de todo, era minúsculo (ja!)
Me enseñaron eso de que los arrepentimientos no sirven de nada y
como diría Hamlet: "Lo hecho, hecho está".
No me quedaba más que resignarme e intentar no buscar
explicaciones más allá de lo que era obvio y podía verse sin anteojos.
El lugar para lo antagónico, nunca está ausente.
Como humanos que somos, pero más por testarudos, está el deseo
imperante de insistir y seguir buscando respuestas.
No buscaba tranquilidad, no la necesitaba.
Quería la única y contundente certeza.
Quería sentir que tenía la capacidad para destruír cada detalle y
reconstruírlo para dar en el blanco. Como si fuese una escena del crimen, en la
que minuciosamente se va estudiando cada evidencia.
En su momento, una fuerza más poderosa que la inercia nos arrastró
a dar, a realmente dar con todo desprendimiento sin poner límites o
prejuicios.
Ahora me preguntaba: "Cómo es que después de todo aún
cambian?"
Obtuve la respuesta a esta pregunta pensando: "Quizás nunca
cambiaron, probablemente siempre fueron así pero no hubo la inteligencia para
darse cuenta en el tiempo".
Me parecía lógico. En realidad lo era.
Creí en eso de que a veces cuando creemos saber todo, no sabemos
nada.
Supe que Sócrates tenía la verdad en sus manos desde hace un
buen tiempo.
¡Ay Lucy! Otra lección más memorable que aprender que estoy segura
será eterna.
Me mantendría más despierta y a no cerrar los ojos por la excelsa
e ilusa "confianza" (sin ofender).
Mi Abuelo me dijo un día: "No es iluso el que cree en
ella, si no aquel que no logra darse cuenta en quien merece ser
depositada". Vaya que él iba de la mano con la sabiduría.
Por otro lado, mi mamá dice siempre: "Si naciste sólo, sólo
estas".
Cruel, sencillo pero cierto.
Nunca antes lo había visto tan latente.
Se me hizo tan fácil aprender en un segundo como todo es tan
efímero e impredecible.
Caminamos sobre tablas inestables que nos llevan a caminos
inciertos.
¿Pero acaso necesitamos no sólo tropezar si no arrastrar la piedra
con nosotros porque hasta no ponerla en medio del camino no nos sentimos
realizados o no aprendemos la lección?
Esta vez no puedo pensar que el destino tenga que ver en esto. No
puedo pensar que estaba escrito. Sólo pasó y con un verdadero propósito.
¿Qué es lo decisivo después de esto y más? Después de tanto pensar
y sentir? ¿Después de dar y no recibir? La objetividad de poder distinguir.
Sí, eso. De saber que habrá unos que no estarán tirando de la
soga cuando esté por caerme a un abismo, que sencillamente partirán siendo más
del montón de ciegos selectivos.
Le decían al caminante que no hay camino, que se hace el camino al
andar. Y andando... andando aprendí, conocí y me encontré en cada esquina con
una nueva realidad que era más que ineludible.
¿Qué es lo que hace que lo que se cree grande se derrumbe
literalmente en un abrir y cerrar de ojos?
Muchas respuestas aparecen en la lista:
Será no haber sido obediente con los instintos.
Será haber prescindido de escuchar las voces que aparecían.
Será no haber querido ver.
Será haber sido más noble de lo que se podía ser.
Será haber dado más de lo que merecían.
Cada una de estas respuestas, dan lugar a interrogantes y todas
ellas forman el volcán que por fin hoy erupciona y hace despegar más libre a la
gran Lucy; la que ve cómo debe ver, la que siente como siempre sintió, pero
ahora no necesita encontrar respuestas y vuelve pudiendo decir: No te
sorprendas sí me ves después, ¡Soy un alma en libertad!
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