Hacía un largo
tiempo que no me entregaba a éstas líneas.
Fueron tantos los pensamientos que merodearon mi mente sin
encontrar una salida aparente, que decidieron quedarse plantados allí, a la
dulce espera de que un día, finalmente pudiesen escapar de ese laberinto y
sombra trastornante que día y noche los asechaba sin la más mínima piedad.
Sólo así
fue como un día esa espera terminó y poco a poco lo que la penumbra había
construido y parecía inquebrantable, se desmoronó ante mi y permitió que la
lírica más sublime y mágica, acorralara mi corazón en la felicidad desbordante,
que sólo me causaba tener el tesoro más preciado entre mis brazos.
Parecía increíble que tan sólo en minutos, los estragos que dejó
aquel viejo cuento, quedaran aniquilados cuando comprendí la magnitud de todo
lo que había dejado ir y estaba perdiendo. La esencia que, como el creador de
un invento magnífico en el planeta, cuidaba a capa y espada, a la expectativa
de que cualquier amenaza pudiese destruirla.
Y así fue como pude destejer la sombra de mi cuerpo y mis
pensamientos, para vestirme con el amanecer más radiante y perderme ante la
inmensidad más brillante que podía brindarme la luz de sol, despertando todos
los días con una sonrisa perfecta pintada en el corazón, donde sólo hacía falta
delimitar cada trazo de mi sonrisa para comprender que la única razón de su
existir, era tu presencia.
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