Tal vez, nunca
más leerán una entrada como esta. Lo cierto, es que con gran dolor en el alma,
no puedo dejar escapar las letras que hoy me quiebran el corazón, pero al mismo
tiempo, me llenan de fuerza y de ímpetu.
Un día como el 7
de Octubre, quizá a muchos de nosotros no nos importaba (a menos que fuese una
ocasión especial o sucediera algo determinado que nos hiciera estar al expectativa).
Ayer, fue uno de esos 7 en los que más que estar a la espera de un
acontecimiento, entregábamos nuestro corazón a un sólo dedo índice que
decidiría el futuro del País.
Mucho se habló,
mucho se escribió. Pero nadie, habló de como calaría en nuestros corazones, la
tristeza de perder lo que creímos podríamos rescatar y salvar.
Para nadie, es un
secreto que Venezuela desde hace 14 años se encuentra hundida en la miseria, en
la delincuencia, en la corrupción y en el peor de todos los sentimientos, el
odio.
No es fácil decir
que ganó el conformismo, la mediocridad, el miedo, la conveniencia y todo lo
que nombré anteriormente.
Ver marcar el
paso de Venezuela como un buque que busca atracar en un puerto distinto para
cargarse de fracaso y desilusión, no es precisamente lo que cada uno de
nosotros (al menos 6.426.286 millones) esperaba.
Todo, apuntaba a
un nuevo comienzo, a un VERDADERO CAMINO, que estaría lleno de progreso,
cambios, seguridad y riqueza, pero sobre todo, de reconciliación.
Alguien, supo
agregar un color más a la bandera (esta vez no fue una estrella o el cambiar la
dirección del caballo del gran Bolívar), si no el color de la esperanza; esa
que latía en nuestros corazones y sin duda, hacía que hubiese "una voz en
el pecho que quería gritar".
¡Sí, que quería
gritar victoria, pero que quería gritar salvación!
Venezuela (sin
que la frase parezca trillada) amanece hoy de luto. Cada uno de los que
apostamos por el cambio, se rinde ante la tristeza de lo incierto.
Pareciese que el
mar rojo que hoy la cubre y que ayer gritó victoria, es la sangre que
lloraremos.
Más de uno en sus
casas, no resistió el llorar y se hincó de rodillas a implorarle a DIOS que
tuviese misericordia, de lo que hoy, a penas empieza.
Son 14 años que
se extienden a 20 y parece el cuento de nunca acabar.
Esta mañana,
desperté como si hubiese perdido a alguien muy especial. Y, ¿cómo no sentirlo?
Venezuela, más que mi País es lo que me ha hecho lo que soy y me ha dado lo que
tengo.
El
agradecimiento, el compromiso y el AMOR de querer darle aunque fuese un poco de
lo que merece, era algo que no podría comparar con nada.
Sé que hoy ya no
la siento tan mía, sé que un día quizá partiré para verla desde lejos y como el
luchador, que aunque sigiloso, siempre da la batalla, volveré para verla
ganar.
Probablemente, no
soy el ejemplar más indicado detrás de todas estas palabras para hacer un
llamado a la conciencia, para hacer un llamado de optimismo a cada uno de
ustedes, que como yo, suspira y espera.
Pero, sí de algo
no me queda la menor duda, es que el camino, sigue estando ahí. Para
contemplarlo, para seguir el sendero dentro de cada uno de nosotros y encontrar
la luz de la que somos dignos.
La lucha, aunque
no se sienta, sigue en pié. Seguiremos sobreviviendo en esta "Jungla de
Concreto", que no permite ensayos, que en sus paredes y en el suelo,
guarda la riqueza más sublime de todas, las ganas de triunfar.
El Paraíso que
anhelamos, no está perdido. No ha muerto, y si lo ha hecho, habrá un Lázaro más
que querrá despertar.
Sólo quiero darle
las gracias a todos aquellos que pusieron el corazón en este día, pero aún más,
a aquel que sin paradas, sin titubeos y con el alma, recorrió nuestras fibras
para hacernos grandes, para regalarnos sonrisas de esperanza y que nos dió la
valentía para querer andar un camino cuando creímos que no lo había.
A ti, Henrique
Capriles Radonski, !GRACIAS! ¡QUE DIOS TE BENDIGA POR SER EL HEROE DE ESTE
PUEBLO Y LLEVAR LA UNICA PATRIA QUE EXISTE, EN EL CORAZON!
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