Así como Helena de
Troya quien siendo esposa de Menelao, huyó con Paris en búsqueda de la
felicidad y de lo que su corazón merecía; están muchísimas mujeres, no precisamente
pertenecientes a la historia, que día a día borran los puntos suspensivos, por
un punto final.
Esto con el fin de
ir marcando paso hacía lo que realmente merecen, aún cuando eso signifique,
estar completamente solas.
Dicen que las
mujeres son complicadas, que muchas deberíamos venir con un manual de
instrucciones, que no hay una que se escape de la complejidad y que
absolutamente nadie nos puede entender.
Por momentos, me
puedo reír. Es cierto que la mujer es mucho más observadora, perspicaz,
intuitiva y con un sexto sentido tan pero tan especial, que nos diferencia del
género masculino.
He allí entonces el meollo, he allí ese diminuto problema de
percepción que sólo limita sus aspiraciones y creencias a lo puro y simple, sin
más, como que si el resto del contexto, no fuese relevante.
Pero la realidad,
es que si cualquier hombre sólo se dedicara a amar, respetar y cuidar, podrían
hacer volar cualquier hipótesis de complejidad que nos involucre y poder
tenernos, literalmente, en la palma de su mano.
No porque la mujer
sea conformista o tan simplicista que eso sea todo, pero de inicio, basta, y en
el tiempo, se va armando el resto del eje.
Creo en el destino,
creo en sus mágicas casualidades y en que dos personas definitivamente si nacen
para estar juntas.
A veces me he
cuestionado porqué el tan anhelado “príncipe azul” no llega de un sopetón cuando somos novatos del amor y
nos sorprende sin darnos oportunidad para el fracaso.
Pero he logrado
comprender, que las líneas de la vida están en un gran libro, que de a poco,
vamos escribiendo, con errores, ambigüedades y nada de énfasis, que suele ser
divertido y le da el toque de especialidad, hasta que llega un momento en que el libro intenta cerrarse porque
lo dicho y hecho, a pesar de que fue necesario, ya no es permisible.
Entonces, justo
allí, es cuando nos detenemos a pensar.
Tomamos nuestra
verdadera esencia, la sujetamos con fuerza y la protegemos de aquello que más
que un antídoto contra la infelicidad, es una dósis de ella. Buscamos
separarnos de lo inoportuno, vacunarnos contra lo tóxico de un circulo vicioso
que no para si no destruye.
Lloramos desconsoladamente por lo que perdimos y
dejamos de ser. Vamos escribiendo al compás de hojas mojadas que sufren, pero
pronto palparán alegría. Nos sacudimos la oscuridad y pintamos de colores nuestra
alma, para seguir de pié, para seguir luchando. Tomamos lo radiante del sol que
se manifiesta en nuestro rostro para hacernos lucir más hermosas y conquistar el
mundo.
La mujer, es un ser
tan hábil, que sólo aquella que se entrega al abismo de un amor imposible, de
un amor fracasado o de un amor no correspondido, lo hace porque quiere.
Nunca habrá nada
tan gratificante como salir gloriosa de las tinieblas y que el resto sepa de
qué estas hecha y qué tienes para dar.
Si alguien te ama
pero no como tú quieres, no significa que no te ame con todo su ser.
Pero lo
grande siempre debe ser honrado, lo especial siempre debe apreciarse y lo
invaluable debe saber quererse y protegerse.
No
esperes migajas, no mendigues lo inexistente, no suspires lo irremediable.
Levántate, pon tu
más grande sonrisa frente al espejo, ponte rubor, vístete de alegría y descubre
que el mundo es sólo para ti, porque más pronto que tarde, el verdadero amor,
se escabulle en tu corazón.
Dedicado a un ser
muy especial: La mujer.
¡Vamos que puedes!
No hay comentarios:
Publicar un comentario